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Liturgia religiosa de Vox por Sant Jordi

Domingo Sánchez

“Que Dios os bendiga y que Dios bendiga España.” Así concluye su intervención Ignacio Garriga (Barcelona 1987) en el centro cívico Josep M. Trias i Peitx en Barcelona. Tan pronto los asistentes reconocen las habituales palabras de cierre de mítines del cabeza de lista de VOX en Barcelona, se produce una ovación cerrada. Es día de Sant Jordi y la presentación del libro “La España viva” se ha convertido en un acto electoral. Los gritos del público interrumpen al líder cuando pronuncia:  “vamos a dar la batalla por España”.

Garriga es joven y atractivo. Su tono es suave, sus formas pausadas. No tiene el perfil elitista que sus enemigos políticos atribuyen a su partido. Aprovecha su intervención para recapitular su biografía y desmentir los prejuicios: viene de familia numerosa y muy humilde. Es mulato y niega que su partido sea racista. Justifica: “Sólo estamos en contra de la inmigración ilegal”. Su madre era emigrante ecuatoguineana y la define como “una persona que estaba volcada en ayudar a otros vecinos con problemas”. Garriga atravesó serias dificultades para acabar odontología. En casa no había recursos económicos. Explica que fue la familia y su esfuerzo los que le llevaron a superar el reto. Asegura que son “dos valores que Vox promocionará”.

Tiene 32 años y desde hace años trabaja de dentista en distintas clínicas dentales para poder costear los gastos de sus tres hijos. Explica que ha entrado en política dadas “las circunstancias de emergencia nacional que atraviesa España, (…) en acto de servicio”. Su intención es volver pronto a la clínica: “La política no es una profesión, es un combate”.

Las claves del éxito

Su léxico preñado de referencias castrenses enardece a los parroquianos. Se sienten ganadores morales: han sabido cambiar el paradigma político y que se ponga en la mesa, como mercancía nueva, lo que para sus oponentes de izquierda no es más que “nostalgia del franquismo”. Las nuevas coordenadas de la batalla electoral son la defensa del orden y la tradición amenazados. Han llevado el debate allá donde pretendían, a la cuestión nacional.

Su discurso antiestablishment ha sabido captar a los descontentos con el bipartidismo y con la nueva política. Su oposición radical a la inmigración islámica ha caído en suelo fértil, el de la ciudadanía europea asustada con los atentados yihadistas y la crisis de refugiados.

Desde el éxito electoral en las autonómicas andaluzas, y a pesar del cordón sanitario que le han tendido distintos medios de comunicación, la formación verde no ha dejado de crecer en popularidad. Juanjo Aizcorbe, número dos por Barcelona de las listas de VOX, lo resume: “Si hace unos meses alguien hubiera comentado que Abascal podría ser presidente lo hubieran tomado por loco o hubiera despertado una carcajada. Ahora no”.

VÍDEO: Ignacio Garriga explica por qué Vox es un movimiento más que un partido

Los analistas apuntan a que VOX se convertirá en la gran sorpresa de las próximas elecciones generales y podría llegar a decantar un gobierno a la derecha. Lo que no esperaban es que Catalunya fuera permeable a una formación de corte radicalmente españolista. Sin embargo, la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) realizada a mitad de campaña les otorga hasta tres representantes en Barcelona, barriendo al PP, que sólo obtendría uno y pisando los talones a Cs, que bajaría hasta los cuatro diputados.

Asimismo, han sabido capitalizar el descontento de un electorado que se considera abandonado por los distintos gobiernos españoles, que, en palabras de Santiago Abascal, están “sometidos al independentismo”.

Concentración de esfuerzos

No obstante, los actos de campaña en Catalunya han tenido un perfil muy bajo y se anuncian con muy poca antelación. Sus simpatizantes explican que han de ir con mucha discreción pues temen nuevas agresiones de la extrema izquierda y que “los indepes les revienten los actos”.

En vez de grandes pabellones e intensas agendas por toda la geografía catalana, el partido ha optado por pescar en su caladero potencial mediante actos selectivos en modestos centros cívicos en Barcelona y el cinturón rojo, el área metropolitana de Barcelona que tradicionalmente vota a la izquierda.  Siempre queda gente de pie.

El público mayoritario es masculino, de la generación del Baby Boom. Llevan camisas, chaquetas y mocasines ellos, trajes ellas. Parecen vestidos para ir a misa. Pero también hay adolescentes y veinteañeros, incluyendo muchas chicas, que visten de manera informal. Parecen salidos de las aulas del instituto o la universidad, e intercambian frases en catalán y castellano, comentando las de los ponentes, que son exclusivamente en castellano.

“Mientras haya un joven que mantenga viva la llama de España, nuestra civilización no desaparecerá”, sentencia Jorge Buxadé, abogado y cabeza de lista de VOX para las europeas, dejando un silencio ritual para recibir la ovación correspondiente.

El sonido de sala falla. El responsable de prensa intenta solucionarlo infructuosamente, tocando manijas en la mesa de mezclas y ajustando los micrófonos de los ponentes. No da con la tecla. No hay técnico de sonido en la sala. El personal de la organización es voluntario y peca de amateurismo. Sus simpatizantes lo disculpan todo.

Concluido el acto, abandonan el recinto en silencio, como si salieran de un templo. Ya en la calle miran con precaución en todas las direcciones. Temen que como viene siendo habitual, les espere una concentración para abuchearlos. Esta vez sólo hay transeúntes comprando las últimas rosas a precio de saldo. Un suspiro de alivio. Pueden marchar en paz.

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