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Catalunya en el epicentro de la campaña

Este fin de semana se cierra una de las campañas electorales más agresivas de los últimos años en el panorama político español.  Desde la aparición del multipartidismo en la campaña de 2016, las formaciones políticas se han agrupado naturalmente en dos grandes bloques, polarizadas tras los acontecimientos que propiciaron la jornada del 1 de octubre de 2017.  Catalunya ha dominado el ciclo mediático durante toda la campaña, donde calificativos como «enemigo de España» han sido utilizados como arma dialéctica en mítines y debates televisivos.

La cuestión catalana ha propiciado inevitablemente el ascenso de Vox. España ha perdido el orgullo de ser uno de los últimos países de la Unión Europea que rechazaba a formaciones ultraderechistas en sus Parlamentos: ahora solo restan la República de Irlanda y Portugal. Al partido de Santiago Abascal le sonríe la demografía: los jóvenes nuevos votantes se inclinan hacia su formación, preferible ante un envejecido Partido Popular, que solamente triunfa entre los votantes mayores de 65 años -incluso por detrás del PSOE-.

Pedro Sánchez ha hecho una campaña discreta donde solo había una premisa: mantener los resultados que le otorgaban las encuestas, incluso si eso implicaba evitar a sus contrincantes en los debates electorales televisivos convocados. Incluso cuando se vio forzado a acudir a los platós de TVE y Atresmedia mantuvo un perfil comedido, con la idea de que las tres derechas se atacasen entre sí. No querer ganar un debate electoral -o pretender superarlo con un aprobado raspado- normalmente conlleva un suspenso.

Esa falta de iniciativa la recogió Pablo Iglesias en su último debate, con muchas más propuestas e ideas que sus contrincantes, y sin embargo resignado a tener que pactar con el presidente Sánchez. Su segunda a bordo, Irene Montero, tuvo un buen papel en el primer debate de la radiotelevisión pública. En general todas las mujeres convocadas (Cayetana Álvarez de Toledo, Inés Arrimadas, María Jesús Montero y la propia Irene) mostraron mucha más resolución que sus líderes a la hora de presentar a los ciudadanos ideas y programas coherentes.

A los votantes les resultará difícil diferenciar los programas de Albert Rivera y Pablo Casado. El primero ha salido exultante de la cita con los medios, donde aumentó más aún el nivel de agresividad dialéctica para sobrepasar a Casado y a Vox. Rivera se muestra nervioso en público, y tiene motivos fundados: si finalmente Vox sobrepasa a su partido, Ciudadanos tendrá muchos problemas para encontrar su nuevo hueco ideológico tras la agresividad de esta campaña. Según las encuestas, la medalla de bronce puede ir a parar a cualquiera de las dos formaciones, inclusive la formación morada.

Todo esta en juego en una campaña donde también destaca la movilización del voto joven, reflejado en las largas colas en las oficinas de Correos, y la permeabilidad de Vox en redes alejadas del mainstream mediático como Instagram o los grupos de Whatsapp. El próximo domingo se comprobará qué parroquia atraerá finalmente más fieles a las urnas.

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