La Plaza del Rei de Barcelona es el punto de encuentro de aquellos ciudadanos que rechazan que los políticos independentistas estén en prisión. Cada miércoles se reúnen y celebran un acto para clamar por la libertad de los que ellos llaman “presos políticos”.
Oriol Masferrer
Se puede estar en ciertas fiestas y no estar verdaderamente allí. Porque hay ciertas fiestas que tienen sus propios objetivos implícitos en la coreografía de la fiesta misma. Y llegan a durar año y medio. Siempre en el mismo sitio. En plazas de estilo gótico recubiertas por lazos amarillos que recuerdan a los no presentes. Porque no todos los invitados están presentes: Joaquim Forn, Oriol Junqueras, Jordi Cuixart, Carles Puigdemont… Aunque les gustaría y mucho. Pero están en prisión o en el exilio. Una situación que no hace nada felices a los presentes. Unos carteles poco luminosos que recuerdan a los que no están. Una gran masa de pelo blanquecino furiosa y vociferante por el mejor futuro para todos. Y en ese momento ningún joven presente entre el público ni en los carteles. Pasa que en estas fiestas si el coro canta siempre suena la misma música: ¡I-Inde-Independen-ci-a!, ¡I-Inde-Independen-ci-a!, ¡I-Inde-Independen-ci-a!
Parece que todo el mundo se conozca de toda la vida. Y no sólo por los saludos solemnes y los abrazos, entre las muchas personas que están en la Plaza del Rei, protestando por la libertad de los políticos en prisión a los que ellos llaman “presos políticos”. Las miradas que dirigen al extraño. Al nuevo y desconocido. Oscilan entre la curiosidad y la desconfianza. Como si se adentrara en un pueblo recóndito y perdido de la mano de Dios en el que no son bien recibidos los forasteros. Más tarde uno de los organizadores, David Fontanals i Ruíz, al planteársele una entrevista no dudará en pedir las credenciales porque “podría ser un periodista del ABC, que quisiera sonsacarme información para decir lo que le dé la gana de nosotros”. Y si el periodista es de su agrado podrá entrevistarles y en caso de que no lo sea podrá pulular sin problemas por la plaza, dice Fontanals. “Aquí viene quien quiere, somos pueblo y es una movilización de base social. No es de ningún partido todo esto”.

Aunque pasado un buen rato la mayoría sonríen como si el periodista fuera otro invitado más a la fiesta y su presencia fuese bien recibida sin siquiera pedir credenciales. Y el público alterna los abucheos y los himnos. A los enemigos del Procès como el PP, Ciutadans, VOX y PSOE, que van siendo nombrados progresivamente, abucheos. A los políticos en prisión, himnos y más himnos. A su futura República que ya está a la vuelta de la esquina, aún más himnos. Y eso rezan los carteles: “Libertad presos políticos, república es libertad, la autodeterminación no es un delito”. La única solución parece pasar por ahí. O eso dice Llorenç Oliver, de Comités Llibertat: “Hemos tenido tantos estatutos y posibilidades que ya se ha demostrado que aquí no se respeta nada. Además, se habla de diálogo, pero sólo vemos represión. Aquí ya hemos llegado a un punto de no retorno”.

Pero el coro sigue cantando para que la fiesta sea una fiesta: ¡I-Inde-Independen-ci-a!, ¡I-Inde-Independen-ci-a!, ¡I-Inde-Independen-ci-a! Y ahora se recitan poesías y romances como el Romance de la Guardia Civil Española, de Federico García Lorca. Represión. Coacción. Se habla de marchas a pie hasta Bruselas. Minutos de silencio por los invitados que están, pero no están. Gritos llenos de ira pidiendo libertad. Vuelve el coro e incluso cuando se va, no se va. Y Llorenç Oliver diciendo que “el lazo amarillo es un símbolo con el que puedes o no estar de acuerdo, pero habla de solidaridad y derechos humanos”. Aunque los invitados siguen sin estar aquí y el juicio sigue, el domingo se realizarán las elecciones y el miércoles la fiesta seguirá de nuevo. Ahora termina la fiesta y termina el baile. Por ahora. El miércoles, más. Y la plaza queda vacía y unos dos o tres lazos amarillos se deslizan por el suelo sin hacer demasiado ruido.
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