Oriol Masferrer
La victoria parecía inevitable. En cada acto del PSC no hablaba de ganar como una posibilidad condicionada a cualquier factor humano o circunstancial. Como si por una extraña providencia divina lo supiera todo ya. Porque iba más allá. “No basta con ganar, necesitamos gobernar”, decía la cabeza de lista del PSC y entonces ministra de Administraciones Territoriales, Meritxell Batet. Nadie sabría decir por qué parecía tan claro; la victoria como una consecuencia inevitable de su existencia y la de su partido. Insistía una y otra vez con la misma frase, en cada acto con la sonrisa demoledora de un vendedor de seguros. Y respecto a esa extraña providencia divina habría que decir que, desde que estuvo en el círculo más cercano y en el equipo de gobierno del entonces presidente Pedro Sánchez, no ha conocido la derrota.
Pero no todo han sido victorias para Meritxell Batet. Y se podría decir que esto juega a su favor. Porque hablamos de la única ministra que ha vivido un desahucio en sus carnes. Así sabe de lo que habla cuando insiste en la necesidad de llevar a cabo unas políticas sociales por las que “terminemos con la pobreza y la pobreza infantil, la mayor de las indignidades para una sociedad”. Y se presenta como un ejemplo del ascensor social tan aclamado por la socialdemocracia española. Para pagar su carrera de derecho en la Universitat Pompeu Fabra (UPF) recurrió a una beca del Gobierno socialista de Felipe González y trabajó de camarera por las noches. Más tarde, se doctoró en Derecho Administrativo y ejerció como profesora en la UPF. De ahí, no tardó en colaborar con el líder del PSC Narcís Serra para entrar en política.
Aunque si nos vamos al campo de lo político, algunas de sus declaraciones fueron vistas como irresponsables por algunos compañeros socialistas. Por ejemplo, en 2013 rompió con la línea del PSOE. Como otros miembros del PSC, decidió apoyar el derecho a decidir en Catalunya, a lo que ahora responde cuando se le interpela “no exactamente”. Hay errores que son difíciles de reconocer. Fue Sánchez quien la rescató como número dos en Madrid para 2015 y encabezó las negociaciones para una tentativa de pacto con Ciudadanos que salió mal. Le devolvió el favor a Sánchez un año después y no dimitió cuando su partido trató de derrumbarlo. Para cuando Sánchez cayó decidió no investir a Rajoy y también fue penalizada. La echaron del grupo parlamentario.
Sánchez no la rescató de nuevo, pero llegó a escalar hasta formar parte de su equipo. Ahora ya no lleva la contraria a su partido. Sánchez pensó en ella como ministra de Administraciones Territoriales porque teóricamente sus orígenes iban a contribuir a destensar unas relaciones muy complicadas con Catalunya. De momento, el conflicto sigue ahí y ella habla de diálogo, “de un nuevo pacto, de un nuevo consenso, porque los políticos no pueden desentenderse y dejar los problemas en manos de la sociedad con referéndums dicotómicos de sí o no”. Este nuevo consenso no se halló en la anterior legislatura mediante lo que llamó “presupuestos más sociales de la historia de España”. Habrá que ver cómo se alcanza el diálogo. Porque el futuro depende de con quién decida pactar en el presente Meritxell Batet y el PSOE para gobernar.
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